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Manual Para Pequeños Guerreros

Anotaciones para un preámbulo.
No es curiosidad fútil rastrear el punto aquel en que los diálogos del niño pasan a ser asunto adulto y está claro que admitimos que no lo sea. Por no faltar abunda bibliografía.

Unos mirarán en un aspecto u otro. Los diálogos frente al marshmallow dirán unos, para evaluar el autocontrol cual hipótesis de clave. Otros preferirán merodear en el salto lógico, y menciono aquí ese que llaman pensamiento dizque marciano y creativamente traman por cierta objetividad que presentan tal que punto de llegada. Aunque todos sepamos, una vez en el punto de llegada (de la objetividad del supuesto adulto) no hay ni hubo quien pudiere llegar a decir jamás —Eureka! Es mentira y lo saben. Y fruncen el ceño y hele ahí que clamando —Subjetividad! —Subjetividad! tal que si te acusaran de algo que solo te pasara a tí, simplemente te apuntan con el dedo. Luego proponen un curioso mapa del tesoro, un cuento que al parecer el niño de un adulto contó una vez sobre el adulto del niño y del revés, el niño del adulto. Y que convierte la objetividad en una clase de cuento que acaban contándose a los niños de los adultos en ambientes otrora bastante más serios. Muy divertido sí pero no seguro si entero de la historia del asunto.

Yo, a diferencia, y por cuanto haya podido observar, no consigo ver en ningún adulto en particular ningún niño en general, ni en algún adulto en general algún niño en particular, a menos que el objeto sea la arqueología y hasta donde determinada arqueología en particular resulte interesante en general, sazón que no es baladí, rompe el método. Sino un niño o adulto capaz hasta donde le permite su niñez. Su actualidad es, en principio, su realidad, su candidez su mayor agudeza y su ingenuidad su mayor sagacidad. Pero ese tampoco es el asunto. Siendo que aquella inocencia tan pertinaz no le redime por candidez de vulnerabilidad, ese sí es un asunto, de hecho, es el asunto que me trae aquí. Porque ese pequeño guerrero que intimida las leyes naturales, lógicas, poco lógicas o nada lógicas, muchas veces incluso físicas y pregunta los por qué de las cosas hasta caerse dormido del cansancio, tiene en su vulnerabilidad su mayor escudo. Y siendo su mayor escudo tan vulnerable no se entiende cómo construye el adulto que luego todo construye o se espera que construya.

Así que después de mucho cavilar y poco de comer me remito parte a recoger y parte acarralar, y dilucidar sin recortar, que ya habrá cuándo para amilanar, si necesario, se tenga de tamaño real, no antes, lo pequeño. Que de buena hebra saltamos bien líos por fardos y atamos mejor los cabos. Y volver a rescribir desde el principio qué cae dentro y dónde y qué fuera y cuándo. Que ese ir y venir de ruta es la mayor fuerza, y al afinar este dislocado esfuerzo, quizá la única fuera lo que en los siguientes folios uno aquí escibiera y otro leyere, niños, menos niños o ancianos. Y afirmación absurda fuera antes bien buzarda en proa. Que los que partimos del caos aquí seguimos dando caña. Y que por nosotros no sea que allí quede ni que quede ahí, en el punto del darse uno cuenta ni el darse cuenta en ese punto.

Así que antes que algún siguiente apocalipsis nos derrita en el cielo los glaciares supiéremos cómo empezó carajo todo y podamos empezar otra vez, esta vez con mejor letra, y recordemos el turno de las figuras y sus fondos, la importancia fundamental relativa a la relatividad fundamental, y la historia tuviera aunque el mismo viejo conflicto un nuevo pedazo y diciendo así esto termino este inicio por el comienzo, que no será aguacerazo.

Desde el principio de los tiempos la historia de la humanidad ha estado marcada por el conflicto civilización o barbarie, ciertamente. Pero la historia de la humanidad es también la historia de muchas historias. Grandes historias, pequeñas historias, historias que se cuentan todo el tiempo, historias que nadie sabe de ellas hasta que nadie las cuenta o, al revés, todo mundo sabe de ellas pero de ellas nadie habla porque pareciera no alcanzan rango (que mereciera atención o trato) dizque. Y, adulando la excusa que fuese o la sazón que concurriera solo tapare con inútil manto la constancia del fuego contra el trapo.

Así, atienda el lector que aunque vea en estos subtítulos hechos que pueden parecer nimios para apelar claves tan relevantes, describen la curva del conflicto más enconado nunca antes dicho o, mejor dicho, nunca antes dicho más enconadamente. Que, en los diálogos internos del niño, que (aquí) recojo, encuentro repetidamente no rastro sin antojo sino cual subjuntivo futuro aquella imagen, un caballero a caballo por una playa, pareciere no habitada por no descubierta, cuando a la vista una vieja efigie y el amargo grito, —Lo hicieron! —Lo hicieron! en mi mente, si no lo hiciese, el antiguo conflicto, y aquí la vieja efigie —Civilización o barbarie y sólo, un planeta de simios petulantes.